
No obstante, cuando atraviesa alguna de las bellas puertas que abren su muralla, el viajero puede sentirse agobiado por la multitud de turistas que llegan hasta la ciudad, todos ellos en romería a través de la multitud de tiendas de vinos, embutidos, respostería y artesanías diversas que se disponen a extraer todos los euros posibles de los bolsillos del incauto.

Para sobrevivir a esta marabunta de turismo, organizado o no, propongo dos opciones. Una es sentarse en el interior del Duomo a admirar los frescos que adornan sus paredes, e imaginar que está ante un cómic, antiguo y venerable, pero un tebeo que cuenta una historia, que nos ha llegado hasta nosotros para mayor gloria de sus "dibujantes". Otra es salir extramuros y admirar el maravilloso toscano, con sus hileras de vides, que posteriormente se convertirán en los celebrados "chiantis" y "sangimignanos" y otros caldos igualmente deliciosos y célebres.

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