Anoche la cosa empezó con discusión. Pues fíjate tú. Que por hora y veinte más nos plantamos en
Venecia en vez de quedarnos en
Verona. Y yo, que me conozco el percal, que ya estuve en la capital de la
Serenissima, que digo que no, que vamos a estar muy pocas horas, y que entre vamos ponte y que me coloco no nos vamos a enterar. Finalmente, me planto, que caray, que yo ya he estado; y en
Verona, no. Me he salido con la mía. No me lo han tenido en cuenta, el día ha estado bien, y además,
Verona pertenece al
Veneto, y hemos podido pasear al pie del león, símbolo de la
Serenissima, con señoritas enmascaradas y todo.

Por lo demás,
Verona me ha parecido como
Roma, pero en pequeño. Con su circo con sus romanos, su plaza llena de tenderetes y turistas, sus rincones recoletos, sus ruinas "romanas",... en fin de todo.




Aunque claro, lo propio es lo de
Romeo y Julieta. Es curioso. Porque te venden la moto como si realmente hubiesen existido y no fuese un invención de un escritor inglés, que nunca estuvo en la ciudad. Y se han generado sus propias tradiciones. Como la de hacerse fotos tocándole la teta a la estatua de
Julieta que hay debajo del presunto balcón de los
Capuletos (parece ser que
Capuletos y
Montescos sí que existieron, y eran enemigos al ser los
Capuletos güelfos, partidarios del
Papa, y los
Montescos gibelinos, partidaros del
Emperador del Sacro Imperio). O la de llenar el palacio
Capuleto de papelitos y
graffitis de amor. Y la gente encantada, oiga.


En fin, acabaremos con aquellas líneas que el bardo dejó sobre
Verona (traducción libre en lo lingüístico, pero fiel en el concepto):
Nada hay fuera de las murallas de Verona,
sino purgatorio, tortura o el propio infierno.
Así pues ser exiliado de ella es ser exiliado del mundo,
y el exilio del mundo es la muerte.
(William Shakespeare, Romeo and Juliet)
Bueno; o malo. Esto se acaba. Mañana viaje de vuelta. Mis proximas noticias desde el charco.
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