

Después de las compras, cogí el metro en la bonita estación de Wittenbergerplatz y decidí acercarme al Deutsches Technikmuseum (Museo Alemán de la Tecnología o Museo de la Tecnología Alemana, no sé muy bien como se traduce) de Berlín, donde me encantan dos cosas. Por un lado, el avión que tienen colgado en la fachada como homenaje al puente aéreo organizado por los occidentales para burlar el bloqueo soviético a la entonces dividida ciudad, y la sección dedicada al ferrocarril, que me parece estupenda con sus dos rotondas en impecable estado. Estuve un rato viendo como trabajaban unos operarios para mejorar la exhibición de una de las locomotoras de vapor.




Con el tiempo apretando ya un poco me acerqué hasta Alexanderplatz, donde me comí una típica salchicha berlinesa antes de coger una vez más, y a modo de despedida, el autobús de la línea 100, de forma que pude echar un nuevo vistazo a los monumentos más característicos de la ciudad. Y ya, al apartamento a por el equipaje y de vuelta al charco. Ay, que pronto se pasarán los benéficos efectos del viaje...


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