lunes, diciembre 26, 2005
Paradojas de la ornamentación ciudadana
Paseaba el sábado pasado por Zaragoza para documentar el extraño aspecto que ofrecía la ciudad, cubierta por una capa de hielo, tras un par de días de niebla con temperaturas bajo hielo. Y no lejos de casa, sentí lástima por una escultura. Una estilizada y sonriente bañista que ornamenta el Parque de la Memoria, se encontraba como siempre, en lo alto de su pedestal, invitando a disfrutar del aire libre y del buen tiempo... que vendrá dentro de unos meses. Mientras tanto, estoica, a 3 grados centígrados por debajo de cero, con su traje de baño de competición, soportaba con su eterna sonrisa la capa de hiejo que sobre ella se depositaba.
Seguro que el artista que la concibió no pensó en este ambiente, ni en que los escasos viandantes que por el parque se aventuraban iban a sentir, más que alegría, lástima. Aunque sea de una materia inerte y no de la vibrante carne que muchos imaginarán...
Yo también sentí pena... pero ya llegará el buen tiempo, ya.
Publicado por Carlos Carreter a las 17:57
Etiquetas: ciudad, fotografía personal
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