Como buen adolescente varón de mi época, culminé esa etapa de mi desarrollo personal admirado por el universo que se nos abría, aunque fuera de ficción, en aquella estupenda película de aventuras que fue La guerra de las galaxias. Un universo que ya se había abierto de forma más refinada con la tremendamente novedosa 2001, una odisea del espacio, y que nos manifestó alternativas no menos interesantes con los blade runners persiguiendo "replicantas" que estaban como un queso, o sargentas estupendas sufriendo el acoso de tremendos lagartos alienígenas en la mítica Nostromo.
Pero claro, todo aquello que tiene éxito tiene subproductos, que se nos presentan con mayor o menor éxito. Creo que el bodrio más tremendo que siguió al éxito galáctico fue una infumable Starcrash de la que recuerdo poco salvo quizá a una más que comestible Caroline Munro condenada a trabajos forzados en un mina de un material de nombre no recordado pero de aspecto fosforescente en la que vestía con un sexy bikini, que como todos sabemos es lo más adecuado para un condenado a trabajos forzados. Claro que también salía David Hasselhoff; para qué os voy a contar más.
Entre todo este panorama, hay que destacar un producto televisivo que también se pudo ver en la pantalla grande, agrupando los dos primeros capítulos del serial. Se trata nada más y nada menos que de Estrella de combate: Galáctica. Todo un icono kitsch de la época, con aquellos cilones malvados y metálicos que vestían unas curiosas falditas, con su ojo rojo bamboleante, con sus sables. Y que vamos a decir de los impagables diseños de los uniformes de la flota estelar. No nos olvidaremos tampoco de las escenas de combate repetidas una y otra vez, con diálogos incluidos, provocando la hilaridad del espectador, derivada de la evidente escasez presupuestaria de la producción. O de los chistes sobre el hecho de que Boomer, Apollo o Starbuck tuvieran con frecuencia un cilón en la cola.
Pues bien, desde hace unos años se viene emitiendo por el mundo lo que se llama Battlestar Galactica "reimaginada". En esencia, es lo que podría haber sido la serie con un esfuerzo de producción razonable, con unos guiones más currados y centrándose en los aspectos dramáticos, y olvidando la parte de comedia que acompañaba a los alegres camaradas que protagonizaban la serie "clásica". Este fin de semana tuve ocasión de ver los dos primeros capítulos que se emitieron en su momento en forma de miniserie... y he de confesar que es la space opera más decente que he visto en muchos, muchos, muchos, muchos años. Mucho más atractiva argumentalmente que casi todo lo que se ha hecho en las dos últimas décadas en el cine sobre este tema, demuestra que en EE.UU. el talento en los guiones se ha ido a la televisión ya que en la pantalla grande todo se basa en el pim-pam-pum de los efectos especiales. Curiosamente el esquema argumental básico es el mismo que en el de la serie antigua; pero transformado en un verdadero drama espacial, que resulta mucho más que digno. Los efectos especiales quizá resulten modestos en comparación con los de las superproducciones cinematográficas. Pero son razonables y proporcionados, sin caspa alguna, y siendo capaces de hacer de la necesidad virtud, como por ejemplo haciendo humanoides a los cylones, que de esta forma son interpretados por actores de carne y hueso. Esto ahorra gastos de producción y permite nuevos giros argumentales mucho más ricos.
En fin. Que no todo está perdido. Que con un poco de inteligencia e imaginación todo se puede hacer. Y últimamente, cada vez me voy convenciendo más de que los herederos de la época dorada del cine norteamericano no están en las grandes pantallas, sino en los muñequitos que nos hablan desde la caja tonta de nuestros salones domésticos. Eso sí; a consumir con moderación, con mucha moderación.
jueves, marzo 08, 2007
Apolo, tengo un cilón en la cola
Publicado por Carlos Carreter a las 12:40
Etiquetas: cine, televisión
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