Pero a veces estos nos aparecen de forma apagada, incluso cuando utilizamos nuestras aplicaciones de tratamiento de la imagen favoritas. Esta es la sensación que tengo con algunas de mis imágenes, incluso cuando fuerzas un poquito el contraste y la saturación de los colores, como en la fotografía de este bello clásico deportivo, estacionado en el Monasterio de Rueda, Sástago, Zaragoza.
Aprendo en internet cómo variar la paleta de colores de una imagen, aplicando la de otra que nos guste. Así que cojo la imagen anterior, antes de tocar contraste y saturación, y le aplico la paleta de colores de una pintura de Edward Hopper. Esta que tanto me gusta.
Cómo me gusta este pintor. Así que obtengo una imagen con un aspecto distinto, con colores más saturados, con mayor contraste, sin haber tocado ni los niveles ni las curvas en la imagen original, y evidentemente distinta. Son mis primero tanteos. Todavía no tengo claras las ideas de hasta donde llegar,... o cómo llegar para obtener resultados previsibles y estéticamente razonables. En cualquier caso os dejo el resultado. La imagen es más fuerte, más potente,... más... ¿amarilla?... Quizá lo peor es la sustitución de algunos colores, obsérvese la matrícula, aunque eso es algo que se puede trabajar. En fin, ya veremos (que dijo un ciego a otro ciego).
domingo, mayo 20, 2007
El mundo es cascada de colores...
Publicado por Carlos Carreter a las 09:51
Etiquetas: fotografía personal
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