El novio de mi madre (I could never be your woman, 2007), 27 de mayo de 2007
Sí, sí. Es así. Para cualquiera que entienda un poquitín de inglés es evidente que ese peligro público, ese tremendo delincuente, que pone los títulos en castellano a las películas extranjeras ha vuelto a hacer de las suyas. En cualquier caso, el objetivo era claro. Entretenerse una tarde de domingo y pasar un rato con ese icono que para muchos representó Michelle Pfeiffer entre los años 80 y 90. No la llamo icono sexual, porque nunca se caracterizó por hacer filmes con fuerte contenido sensual o erótico, aunque desde luego, algunos siempre hemos considerado mucho más erotizante a la Pfeiffer cantando Makin' Whoopie sobre la tapa de un piano de cola, que los vulgares cruzados y descruzados de piernas de alguna de sus colegas generacionales.
Dicho esto, y con las espectativas no excesivamente altas dado que se trata de una comedia romántica, con lo que esto significa en la actualidad, y habiendo visto alguna crítica positiva, nos encaminamos en una tarde electoral a ver este largometraje de metraje muy contenido, lo cual es de agradecer, firmado por Amy Heckerling. La intención es buena. Pretende simultanear dos críticas sociales en un entorno de mucho humor. Por un lado la crítica a los prejuicios hacia las mujeres por su edad, así como otros relacionados con los conceptos de belleza femenina. Por otro lado, el entorno de la realización de teleseries en los EE.UU. Quizá el contexto se nos quede algo alejado de la realidad de estos pagos. Pero como he dicho... la intención es buena. La lástima es que la película no tiene la suficiente mala baba. No es lo suficiente incisiva ni ácida como para trascender su estatus de comedia intrascendente. Lo cual es una pena porque había materia. Tiene algunos chistes divertidos, y otros que lo podrían haber sido si hubiesen echado un poco más de clorhídrico al asunto. No dándose las circunstancias mencionadas, el filme transcurre sin más efecto que el de arrancarnos alguna sonrisa de vez en cuando. Como no llega a los 100' de duración, no nos llega a cansar, lo cual también es una virtud.
La Pfeiffer sale guapa, simpática y hace su papel, que hemos de suponer como fundamentalmente alimenticio. Tiene su coña que durante la película se quite años respecto a los de su personaje que a su vez se quita unos cuantos años con respecto a su edad real... porque Michelle no tiene ya los cuarenta, ¿eh? Pero bueno, yo, a mi mujer gato favorita se lo perdono casi todo. El chico, Paul Rudd, tiene su gracia, no lo hace mal, pero tampoco es que sea para tirar cohetes la cosa. Por cierto, que este tampoco tiene los 29. Vamos que a los dos les han quitado 10 añitos en sus personajes. Y luego hay una serie de caracteres, con niña incluida, que ponen su gracia o sus chistes con mayor o menor fortuna.
En resumen, película palomitera de la que nos olvidaremos pronto, pero que tampoco molesta mucho en una tarde tontorrona de domingo. Le pondremos un seis a todo (interpretación, dirección, valoración subjetiva).
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