Ayer se pegó toda la tarde lloviendo en Zaragoza. Un rollo. Un aburrimiento.
Hoy me levanto y pongo la radio. Anuncian que en cierto país árabe, recientemente "salvado" de sí mismo, gracias a la intervención de los "vigías de Occidente", auténticos valladares de los valores más rancios de esta parte del mundo, se ha declarado la ley marcial para controlar los incidentes por la previsible condena a muerte cierto dictador.
Después anuncian que a partir de mañana, por el mero hecho de querer viajar en avión, cierto club privado de gente formal ha decidido que eres sospechoso, y que por lo tanto te tienes que someter a todo tipo de registros y limitar tu libertad de lo que puedes llevar contigo o no. Menos mal que el "salvamento" del párrafo anterior era para que fuésemos más libres y pudiésemos sentirnos tranquilos y seguros.
Finalmente, decido apagar la radio y darme un paseo. Sin mucho objetivo, sólo disfrutar de la tranquila y apacible mañana de otoño. Relativamente templada. Mi deambular me lleva a pasar por delante de cierta institución de justicia de alto rango en la Comunidad Autónoma. Qué cosas. En la puerta, no hay alegorías a esa justicia ciega. Hay dos individuos amenazantes, sendos mamporreros, con dos garrotas inmensas. Las cosas que se me pasan por la cabeza... No debería escuchar tanto la radio, ni leer noticias, ni... Sería más féliz.
domingo, noviembre 05, 2006
Vaya mundo, qué depresión,... ¿será el otoño?
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