Anoche la cosa empezó con discusión. Pues fíjate tú. Que por hora y veinte más nos plantamos en Venecia en vez de quedarnos en Verona. Y yo, que me conozco el percal, que ya estuve en la capital de la Serenissima, que digo que no, que vamos a estar muy pocas horas, y que entre vamos ponte y que me coloco no nos vamos a enterar. Finalmente, me planto, que caray, que yo ya he estado; y en Verona, no. Me he salido con la mía. No me lo han tenido en cuenta, el día ha estado bien, y además, Verona pertenece al Veneto, y hemos podido pasear al pie del león, símbolo de la Serenissima, con señoritas enmascaradas y todo.
Por lo demás, Verona me ha parecido como Roma, pero en pequeño. Con su circo con sus romanos, su plaza llena de tenderetes y turistas, sus rincones recoletos, sus ruinas "romanas",... en fin de todo.
Aunque claro, lo propio es lo de Romeo y Julieta. Es curioso. Porque te venden la moto como si realmente hubiesen existido y no fuese un invención de un escritor inglés, que nunca estuvo en la ciudad. Y se han generado sus propias tradiciones. Como la de hacerse fotos tocándole la teta a la estatua de Julieta que hay debajo del presunto balcón de los Capuletos (parece ser que Capuletos y Montescos sí que existieron, y eran enemigos al ser los Capuletos güelfos, partidarios del Papa, y los Montescos gibelinos, partidaros del Emperador del Sacro Imperio). O la de llenar el palacio Capuleto de papelitos y graffitis de amor. Y la gente encantada, oiga.
En fin, acabaremos con aquellas líneas que el bardo dejó sobre Verona (traducción libre en lo lingüístico, pero fiel en el concepto):
sino purgatorio, tortura o el propio infierno.
Así pues ser exiliado de ella es ser exiliado del mundo,
y el exilio del mundo es la muerte.
Bueno; o malo. Esto se acaba. Mañana viaje de vuelta. Mis proximas noticias desde el charco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario