domingo, septiembre 10, 2006

Se acabó mi escapada mallorquina; hasta la próxima

El objeto principal del viaje ha sido celebrar una fiesta en honor de dos muy queridos amigos que se han casado. Una reunión de familia y amigos, poco convencional, pero muy agradable en un entorno privilegiado; la isla de Mallorca. Tras mucho trasnochar y poco dormir, y con la obligación de abandonar el hotel a las 12 del mediodía, queda dar un último paseo por Palma antes de dirigirme por la tarde a Son San Joan.

Más que pasear ha sido una arrastrarme, en un día caluroso y húmedo, con tremendo bochorno y amenaza de tormenta. Y claro, no se me ocurre otra cosa que subir, caminando, al Castillo de Bellver. Agotador, en mis lamentables condiciones, aunque agradable por la brisilla que corría en lo alto comparada con el bochorno de la parte baja de la ciudad.


Desde el castillo, se puede admirar las vistas, aunque un poco calimosas, de la ciudad y la bahía de Palma, que nos permite admirar el desarrollo de la capital balear.

Después me entra la curiosidad de visitar el Pueblo español. Este tipo de inventos turísticos nunca han sido santo de mi devoción. Pero la posibilidad de que las estrechas calles del complejo turístico esté mas fresquitas, me ha llevado a visitarlo. No me ha servido para cambiar de idea sobre estos "engendros", pero tampoco ha sido desagradable.


Finalmente, un paseo por el Paseo Marítimo y el puerto, me ha permitido situarme geográficamente en el mundo, a poco más de 3 grados de longitud respecto a Zaragoza, que tampoco es para tanto, y tomar alguna instantánea con las amenazadoras nubes de la tormenta al fondo de la bahía.

El balance ha sido positivo. Las posibilidades de la isla, especialmente las fotográficas, son muchas. He quedado encantado con la Sierra de Tramuntana, desde Andratx hasta Cabo Formentor. Habrá que volver.

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