Letters from Iwo Jima (2006), 19 de febrero de 2007.
Se ha planteado la combinación de esta película junto con Banderas de nuestros padres, como un díptico que muestra la visión del director, Clint Eastwood, sobre este impresionante hecho bélico que fue la Batalla de Iwo Jima. Tras ver los dos filmes, mi opinión es distinta. En este momento, creo que la primera película, que por sí sola es absolutamente prescindible, fue la causa desencadenante que permitió la creación de la segunda, que por sí sola es absolutamente imprescindible.
Desde mi punto de vista, estamos ante una de las películas bélicas más importantes de la historia del cine. El planteamiento es sumamente valiente. Un director norteamericano, relativamente conservador, decide meterse en la cabeza y en las entrañas del enemigo y exponer sin maniqueismos ni excesivos apriorismos las razones y los sentimientos de esos japoneses tan odiados en su momento, como despreciados o temidos en otros. No estamos ante una película que narra hechos bélicos, que están presentes como un transfondo condicionante y necesario para conocer a una serie de personajes más o menos reales, que arrastran (y arrostran) unos profundos condicionantes históricos y culturales, pero que sufren y sienten de forma muy similar a como lo harían si hubiesen nacido en cualquier otra parte del globo.
Dos son los protagonistas del filme.
Por una lado, la cabeza de la división japonesa en defensa del triste y sulfuroso islote, el teniente general Tadamichi Kuribayashi, excelentemente interpretado por Ken Watanabe. Su discurso no es muy distinto del de muchos generales de todos el mundo. Estan ahí para defender a la patria (la maldita y eterna "patria"), al emperador, el honor y la familia. Valores conservadores que han servido de excusa secular para las más tremendas carnicerías y desmanes. Sin embargo, se presenta como un hombre mesurado, respetuoso con sus hombres, amante de su familia, absolutamente convencido de que esa guerra no debería haber comenzado nunca.
Por otro lado, el soldado más modesto y calamitoso del contingente nipón, Saigo, no menos excelentemente interpretado por Kazunari Ninomiya. Torpe con las armas, incapaz de comprender la mayor parte de las cosas que le rodean, sólo sabe que es un simple panadero, a quien le gustaría seguir al frente de su panadería, con su esposa y su hija, bebé a quien no conoce.
Alrededor, una serie de personajes, diversos, unos buenos, otros malos, otros ni buenos ni malos, que responden de forma distinta a situaciones similares o diversas. Simplemente gente, y una descripción de cómo reaccionaron a una situación imposible. Apenas 21.000 hombres abandonados a su suerte por el Imperio del Japón, aun a sabiendas de la imposibilidad de la victoria, y con la orden de morir antes de reconocerse derrotados. Todo se mezcla, y es difícil de separar. Heroísmo, generosidad, crueldad, fanatismo, sacrificio por el otro, sacrificio por nada.
La parte norteamericana aparece poco, y también aparece ambivalente, no hay buenos ni malos en este negocio.
Técnicamente, la película es casi perfecta, pese a la dificultad de tener como escenario casi continuo unas claustrofóbicas cuevas. La fotografía, con colores muy poco saturados, casi monocromos, pero cálida, acompaña perfectamente la ambientación del filme. El metraje es un poco largo, pero no te cansas, aunque si que te sientes aliviado cuando el desenlace llega.
Evidentemente, en materia de dirección, y a pesar del poco interés que suscitó la predecesora de este filme, Eastwood es un de los referentes actuales en materia de autoría cinematográfica, y así se pone de manifiesto año tras año. A esta película yo le pongo un nueve, con idéntica nota en dirección e interpretación, ya que son muy poquitas las cosas que la alejan de la perfección.
La única nota lamentable de esta experiencia cinematográfica fue la nota expuesta por la sala de cine (el Cinema Elíseos de Zaragoza), lamentándose de tener que exhibir el largometraje en versión original subtitulada por "exigencias del director". Qué pena esta actitud, cuando uno de los atractivos del filme, motivo de publicidad positiva, tendría que ser la oportunidad de escuchar y sentir a los actores y a sus personajes tal cual, sin la adulteración del doblaje. O que pena de país, si somos tan paletos y papanatas que todavía somos incapaces de admitir nada que no esté hablado, aunque de forma falsa, en nuestro idioma materno.
lunes, febrero 19, 2007
Letters from Iwo Jima (2006)
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