Es impepinable. Sucede todos los años. Se acaba el verano, empieza el otoño, y Zaragoza se vuelve una locura durante una semana y un día, cual condena por mal comportamiento. Son las Fiestas del Pilar. Y el día central, día 12 de octubre, la locura incluye que un montón de gente se vista decimonónicamente y pasee con la intención o sin ella de llevar flores a la muñeca que excusa todos los años este follón.
En los últimos años, se ha constatado que en tiempos pretéritos los trajes estaban incompletos. Hoy en día, trabajos de investigación sobre el floclore y la tradición han mostrado que el teléfono móvil era un complemento imprescindible en los atuendos de antaño. Pero todo está resuelto, y hoy en día no hay quien se vista del modo tradicional sin que vaya constantemente hablando por el teléfono celular.
En principio, son fiestas en las que todo el mundo esta alegre. Pero parece que no todo el mundo lo está, y hay quien lo parece manifestar en sus pancartas.
Pero en día tan señalado de rojo en el calendario, no sólo es la fiesta mayor de Zaragoza. Por uno de esos azares, también es la Fiesta Nacional del solar ibérico. Una fiesta nacional que nunca me ha convencido mucho. Esto de celebrar la hispanidad, las conquistas imperiales, y todas esas cosas, nunca me ha parecido muy elegante. Como siempre, tambiés es una excusa para que las formaciones políticas se enzarcen en discusiones estúpidas sobre banderas o símbolos, que en nada ayudan a mejorar el bienestar de la gente, que es lo que realmente les debería importar. Menos mal que de vez en cuando se ven banderas de las que excitan la imaginación y no las que nos aburren en las noticias.
Para finalizar mi paseo del 12 de octubre, me doy una vuelta por la Plaza de los Sitios, donde se instala cada año una feria de artesanos, donde siempre es posible ver objetos curiosos. En fin, que ustedes lo pasen bien.
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