En el Valle de Elah (In The Valley of Elah, 2008), 27 de enero de 2008
Cuando uno se entera de que estrenan una película protagonizada por Tommy Lee Jones, Charlize Theron y Susan Sarandon, le entran muchas ganas de ir al cine. Si además te enteras que el director es Paul Haggis, quien ya nos ofreció una cinematográficamente interesante aunque ideológicamente confusa Crash,… pues aún parece que te interesa más todavía. Si las críticas que lees son muy positivas,… entonces empieza a dar miedo la cosa. Se crean unas expectativas muy elevadas, y el riesgo de desilusión aumenta exponencialmente. Son las cosas del cine. Pero es necesario ir. Y si hay que ir, se va.
La historia es la de la investigación de la muerte violenta de un soldado recién llegado de Iraq en los alrededores de la base donde se encuentra acuartelado. La investigación se lleva a cabo en diversos momentos por la policía militar, para pasar luego a la jurisdicción civil por una iniciativa de una inspectora de policía con problemas de integración laboral (Charlize Theron), y en todo momento por el padre del soldado (Tommy Lee Jones), un militar retirado, que quiere recuperar la memoria del hijo, de quien se sospecha pudiese estar relacionado con el consumo y el tráfico de drogas. La acción transcurre pausadamente mientras nos enteramos de cosas,… que no necesariamente tienen que ver con el investigación. Esta pasa a ser un marco adecuado para que realizar un reflexión sobre las consecuencias éticas y morales de la Guerra de Iraq en particular, y de cualquier guerra en general. La película va poniendo en cuestión la pérdida de valores de una sociedad desorientada y con problemas. El plano final de la película con una bandera norteamericana ondeando al viento de una determinada forma es una auténtica declaración de lo que concluye el filme. Por cierto, debe ser la única ocasión de que un final con bandera al viento me ha gustado. Y mucho.
La película está basada en hechos reales, aunque los nombres y las circunstancias están alterados. En esta ocasión, no hay confusión ideológica. Está claro que Haggis promueve una intensa crítica de lo que pasa en torno a ese disparate que es la invasión de Iraq por parte de los EE.UU. y sus aliados, así como en lo que se está convirtiendo el ejército norteamericano.
Un elemento importante en la credibilidad del filme es la impecable actuación de los intérpretes. Jones se mueve con la soltura y competencia que le caracteriza. Aparece mayor, triste, casi derrotado. Ha perdido a dos hijos en el ejército. Sólo le quedan las profundas y conservadoras convicciones del viejo sargento de la policía militar. Convicciones que pasarán una dura prueba conforme vaya tomando conciencia de lo que en estos momentos es la institución en la que sirvió. De fondo tiene a su esposa (Susan Sarandon) como amarga voz de la conciencia. También es muy convincente el papel de Theron como inspectora de policía. La sudafricana abandona el glamour de muchos de sus papeles, se recoge el pelo, evita el maquillaje, y a cara descubierta intenta reencontrar su punto de honestidad, su razón de ser, demostrar a los demás que es algo más que un capricho, abandonado, de su jefe.
En resumen, una película de gran calidad, altamente recomendable salvo por los que entiendan que el cine es algo para pasar el rato comiendo palomitas. Yo le pongo un ocho, con idéntica nota en la interpretación y un siete en la dirección.
Con una muerte por el medio, no parecerá mal que ilustre esta entrada con una de mis recientes fotografías en el cementerio de Zaragoza.
(Pentax K10D; SMC-A 100/4 Macro)
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