Dentro de unos días Canal+ dejará de retransmitir sus emisiones codificadas por vía terrestre analógica. Desde principios de los años 90, se constituyó en la televisión de pago. Un concepto que en su momento supuso una cierta revolución en este país. Todo el mundo daba por hecho que la televisión era un servicio público, y por lo tanto, gratis. Hasta entonces sólo estaba la televisión pública con su dos canales.
Después vimos la expansión de los canales privados. Y descubrimos algo. La televisión no es gratis. Se paga. Aguantando una cantidad desmesurada de publicidad. Soportando reality-shows que no dejan de ser más que otra desmesurada cantidad de publicidad, con sus llamadas a teléfonos con tarifas desmesuradas, con los mensajitos cuyo coste real es también desmesurado, y con una comida de tarro colectiva, que atrofia los pensamientos, y que nunca sabemos muy bien a que intereses sirve. ¿Creen que no sirve a unos intereses? ¿No se acuerdan del follón que montó el Gobierno de Aznar con las plataformas digitales?
Como alternativa, tenemos la televisión de pago. Ahora ya, digital, por vía satélite y pronto por vía terrestre. Nos ahorramos la publicidad. Podemos adaptar la programación a nuestros gustos. No nos equivoquemos; tampoco es inocente en lo de servir a intereses diversos. Pero por lo menos, nos podemos ahorrar cierto grado de basurilla.
Yo he caído de nuevo. Ante la eliminación del canal de pago analógico de toda la vida, me he cambiado al satélite. Y me he suscrito a unos cuantos canales de cine. Hoy he visto Río Bravo, y el otro día Cyrano de Bergerac (la de Jose Ferrer). O qué decir de El turista accidental. Y Europa de Von Trier. Y un ciclo dedicado a Ginger Rogers. Qué comentar de la Desirée que tanto le gustaba a mi madre... En fin. Que lo pago muy a gusto. Y a quien c.ñ. le importa la g.l.p.ll.z del granhermano.
Paseando por Barcelona, uno se llega a la Rambla del Mar, donde podemos ver llegar los barcos de Mallorca, bajo la expectación de turistas y paseantes.
viernes, octubre 21, 2005
Televisiones... ¡pagar o no pagar! He ahí el...
Publicado por Carlos Carreter a las 20:12
Etiquetas: sociedad, televisión
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