lunes, enero 23, 2006
Crash (2004)
Crash (2004) de Paul Haggis es una película del tipo Short Cuts. Aquella, dirigida por Robert Altman, se tituló en España el poco literal Vidas cruzadas. Y efectivamente estas películas van de las vidas de diversos personajes, sin aparente relación entre sí, que en un momento dado confluyen en torno a un acontecimiento, o bien simplemente se entrecruzan, mostrando la pequeñez de este aparentemente gran mundo.
Son éstas, películas corales por definición. No mencionaré aquí los actores, que son muchos y de diversa calidad, aunque en general la interpretación se lleva un buen notable. Por lo que es necesario un tema de fondo que nos atraiga y que dé ligazón al conjunto de historias. En este caso es el racismo. El escenario, la ciudad de Los Angeles, ciudad en la que son relativamente frecuentes las noticias relacionadas con brotes de racismo, con revueltas callejeras por este motivo, y en la que marca mucho la situación el gran abanico de condiciones sociales que encontramos. Desde los blancos anglosajones de clase alta, gente guapa, bronceada por el sol del Pacífico, hasta los suburbios de inmigrantes latinoamericanos, muchos de ellos ilegales, y sometidos en ocasiones a situaciones de auténtica esclavitud. Y todo esto es lo que la película muestra. No sé si con acierto, puesto que es una realidad que (todavía) no vivimos por estas latitudes en tan gran medida. Pero sí con eficacia narrativa, ya que poco a poco, el espectador se va centrando ante la inicialmente desconcertante variedad de personajes, hasta ir entrando en sus vidas y compartiendo las contradicciones profundas con las que conviven, no sólo como sociedad, sino como personas en general. Así el canalla policía abusador, se convierte en héroe, mientras quien se plantea unos principios firmes y elevados, acaba cayendo víctima de sus propios prejuicios.
No me atreveré a recomendarla a quien simplemente guste del cine como espectáculo de entretenimiento. Pero quien busque buenas historias, buenas realizaciones y un poco de reflexión, que no lo dude. Que vaya a verla. Le pondré un ocho (siendo para la dirección otro 8 y para la interpretación un 7).
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