Hace unos días se producía el acontecimiento editorial del año. Bloomsbury colocaba en los estantes de las librerías de todo el mundo la versión original en inglés del último libro de la escritora británica J.K. Rowling. También es, al parecer, el último libro de la saga del aprendiz de mago, Harry Potter, que ha dado a la escritora fama y dinero; mucho dinero.
Son varias las cuestiones objeto de reflexión, derivadas del revuelo social y mediático que ha suscitado el suceso.
Entre los positivos, indudablemente el éxito de la saga del joven mago ha llevado a que un número muy considerable de niños y adolescentes se hayan sumado con ilusión a la noble afición de la lectura. Por poner un ejemplo, parece ser que hay una correlación positiva entre el aumento de lectores de menos de 18 años y la publicación de los libros de la serie. No recuerdo dónde lo leí, me gustaría haberlo citado.
Para quien como yo, sin ser un fanático, simpatiza con la literatura fantástica, también considero que son siempre bienvenidos nuevos universos que de una forma sana nos puedan llevar a otros mundos, menos materiales, que nos distraigan de las penurias de la vida real. En resumen, viva la creatividad.
Pero también hay cosas oscuras en todo este fenómeno. El único trabajo conocido de la escritora es los libros relacionados con el mundo del joven mago. Sin embargo, esto le ha permitido convertirse en una mujer rica. Frente a este hecho, muchos escritores de gran calidad tienen problemas para sacar a la luz sus trabajos, o simplemente, consiguen ir tirando después de una larga y coherente producción literaria. El liberalismo económico llevado al mundo de la cultura. Darwinismo liberal. No triunfa el mejor, sino quien mejor conjuga una mezcla de suerte y oportunidad; el mejor adaptado. Me parece muy bien que alguien tenga éxito y se le reconozca. Pero no sé si es tan sana la polarización del mundo editorial hacia lo que tiene éxito y no hacia la calidad.
Otro ejemplo; el nefasto éxito de El código da Vinci. Es una novela mala, con tremendas inexactitudes sobre como funciona el mundo real, con tramas tramposas, destinada al consumo del norteamericano medio, inculto y dado a creer los tópico que sobre el resto del mundo se le dan prefabricados. Pero ha triunfado editorialmente, y ha ocasionado una serie de secuelas igualmente pésimas, y una epidemia de novelas que nada aportan sobre misterios, códigos, códices, enigmas,... que se están comiendo la atención y los esfuerzos de las editoriales que acaban abandonando a escritores mucho más interesantes y capaces desde el punto de vista literario. Es el equivalente en la literatura a los programas de "televisión basura" o los nefastos programas musicales tipo "operación triunfo". Operaciones comerciales de escasa calidad, pero de fácil digestión para el consumidor occidental medio, adocenado en el sofá de su casa ante la caja tonta.
Mi opinión sobre la saga del mundo mágico la daré en otro artículo. Adelanto que es bastante más positiva que lo señalado en el párrafo anterior. Pero también considero que tiene claros y oscuros.
También se ha considerado a la saga como un ejemplo más de la colonización cultural anglosajona. Recuerdo a Elvira Lindo en una entrevista radiofónica despotricando contra el pequeño mago. Elvira Lindo es una escritora que me gusta, conste. Pero noté en sus palabras el tono verde de la envidia. Reconozco que su Manolito Gafotas tiene muy buenas actitudes para merecer una mayor difusión de la que tuvo. Como las tiene su principal referente francés, que todavía me gusta más, el pequeño Nicolás, de ese genio que fue René Goscinny. Pero claro, desde el punto de vista de liberarse de las penurias cotidianas, como comentaba antes, resulta más atractivo el siempre tan querido para los anglosajones y germanos mundo mágico o fantástico, que la realidad social más del gusto de los países de cultura latina. Y es que Carabanchel esta ahí y lo vemos todos los días, mientras que a Hogwarts sólo podemos ir si nos ayudan con la obra literaria correspondiente.
Finalmente, la relación amor-odio de la obra con las nuevas tecnologías. La red de redes están plagada de páginas dedicadas al joven Potter. Es, sin duda alguna, una promoción impagable para la obra de la autora, que ha contribuido a su éxito de forma notable. Pero para máximo cabreo de la autora y de sus editoriales, también es una de las obras más pirateadas y difundidas por internet. No hay más que dirigirse a las páginas de búsqueda más habituales para comprobar que el que no tiene una copia en su disco duro de las novelas de la saga es porque no quiere.
El colmo de la historia ha venido derivado del lanzamiento del séptimo y definitivo libro de la saga. Se ha lanzado recientemente, únicamente en versión inglesa. Pero claro, a estas alturas todo el mundo quiere saber lo que pasa con Harry. Yo, ya lo sé. En otro artículo daré mi opinión. Intentaré no destriparlo. Y es que algunos grupos de voluntarios han realizado traducciones del libro, y las han colgado en la red en menos de una semana tras el lanzamiento. Y algunos capítulos tienen traducciones que no tienen mucho que envidiar a las traducciones oficiales. Otros son muy chapuceros. Pero da igual. La gente, lo que quiere es saber qué pasa; no el interés por las cualidades literarias. Y el empeño de controlar rígidamente la difusión de la obra, es un ejemplo claro de hasta que punto las estructuras tradicionales no entiende como funciona el mundo moderno. Ante una situación de fenómeno editorial mundial como ésta, resulta difícil comprender que no se haya producido el lanzamiento simultáneo de las traducciones oficiales de la obra. Como sucede en el cine, en la que con frecuencia el estreno es mundial, con doblajes o subtítulos incluidos. Crean la espectativa, pero no la satisfacen. La gente no se conforma,... y luego se quejan de los piratas. No han entendido nada. Absolutamente nada. Y por lo tanto pierden dinero. No me dan lastima. Ya tienen mucho.
domingo, julio 29, 2007
De Harry Potter (1)
Publicado por Carlos Carreter a las 09:33
Etiquetas: arte música y literatura, sociedad
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