sábado, julio 14, 2007

Un último paseo en un "caluroso" Helsinki... y vuelta a casa

Ayer tocó volver. Qué pena. Pero las cosas son así. Se acababa nuestro viaje por el sur de Finlandia y Tallinn, la capital de la República de Estonia.

Antes de dirigirnos al aeropuerto, hubo tiempo para dar un último paseo por Helsinki. Como hacía bueno y no nos caía lejos del hotel, decidimos ir hacia la costa de Laajalahti, uno de los múltiples recovecos por los que el mar se introduce en Helsinki, creando grandes "lagos" interiores, donde los finlandeses de la capital establecen sus áreas de recreo.

Pronto vimos que aunque la temperatura del aire no era alta, caminar al sol sí que producía una sensación notable de calorcico. Así que decidimos acercarnos hacia la orilla del Laajalahti a través del umbroso cementerio, donde encontramos algunas bonitas tumbas.

La orilla no estaba muy animada a esas horas, pero pudimos observar cómo alguna gente mayor lavaba sus alfombras en unas plataformas con unas mesas de madera dispuestas a tal fin. Un amable señor nos comentó que era así como lo solían hacer, que como el agua del Báltico tiene muy bajo grado de salinidad, con esa misma agua y detergente, ya les quedaban bien. Pues nada. Cada uno con sus costumbres.

Nos llegamos hasta el mazingueresco monumento a Jan Sibelius, de quien nos despedimos alegremente, aunque el insigne compositor "suomen" no se dignó en dejar de fruncir el ceño. Tras lo cual, nos dirigimos al aeropuerto de Vantaa para coger el Airbus A-320 de Finnair que tras tres largas horas y media nos dejó en el aeropuerto del Prat de Llobregat.


El viaje transcurrió monótono y sin problemas, salvo un considerable retraso en la salida de equipajes, con desconcierto generalizado incluido al apagarse los indicadores sobre la cinta en que debían aparecer. Al final salieron, y todos para casa. Mañana, un comentario sobre la estación de autobuses de Zaragoza y los taxis. Pero de momento, esto es todo, amigos.

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