Una consecuencia desagradable del fracaso del obturador de la Canon EOS D60 y su sustitución por una EOS 10D es que mi antiguo y baqueteado Sigma 28 mm f/1,8 no es compatible con la nueva cámara. Es el inconveniente de tirar de marcas independientes. Si las especificaciones de la marca original varían, corres el riesgo de que las cosas no funcionen.
Un 28 mm con una cámara de captor tamaño APS-C se comporta como un objetivo estándar, aproximadamente una focal equivalente de 45 mm respecto al formato tradicional de película de 35 mm. Y me gusta tener una focal fija luminosa. Lo más luminoso en estas focales que se puede obtener con un objetivo de focal variable suele ser f/2,8, lo que es menos de la mitad de luminoso que el f/1,8. Como no son baratos, me meto en eBay y gano la subasta del Canon EF 28mm f/1,8 USM que ofrece un tipo del Reino Unido. Me ahorro un 40% del precio aproximadamente. Está en muy buen estado.
Ayer sábado, salgo a probarlo por mi ruta tradicional por la orilla del Canal Imperial de Aragón en Zaragoza.
Por la tarde, decido salir a fotografíar algo con más enjundia. Hace unos días, el Heraldo de Aragón saca un reportaje sobre yacimientos arqueológicos íberos en el Bajo Aragón y otras comarcas de la provincia de Teruel. Ya fue muy agradable pasear por el yacimiento del Cabezo de Alcalá en Azaila, alguna de cuyas fotografías publiqué en este Cuaderno de Ruta. Decido repetir con otro. Consulto la página Íberos en el Bajo Aragón, y escojo el yacimiento de La Guardia en Alcorisa. Se me olvida la hoja con las indicaciones para llegar en casa. No está señalizado. Lo busco por la orilla equivocada del río Guadalopillo. No encuentro a ningún lugareño a quien preguntar. Frustración que se ve paliada por la buena luz del atardecer, por lo que me dedico a fotografíar el paisaje de almendros y olivos y la puesta del sol.
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