domingo, diciembre 31, 2006

Desde la Alfafería de Zaragoza, despido este año

Silencioso alcázar de la antaño bien querida por los seguidores de Mahoma, Medina Albaida Saraqusta, no siempre bien tratado por la hisotoria, ha recuperado en los últimos tiempos un papel con voz y voto. Poco a poco recupera su posición como uno de los monumentos históricos de la ciudad, y ser sede de las Cortes de Aragón, le da el papel social que siempre merecieron sus austeros muros.

Son muchos los que se acercan a sus paredes atraidos por su nueva prestancia; y en un día como Nochevieja, son preferentemente zaragozanos que viene per se o trayendo a sus invitados foranos (utilizare en esta ocasión el adjetivo autóctono, en detrimento del más estándar foráneo).

La visita al palacio siempre nos produce un sentimiento extraño, de ambivalencia, las frecuentes boiras del Valle del Ebro, frías y húmedas, parecen contradecir los naranjos en fruto de los patios, más propios de latitudes más sureñas u orientales.

Pero hoy, último día de 2006, hay una mañana soleada que invita al paseo y a la fotografía. Y por qué no, a visitar la exposición que sobre el Rey Fernando II de Aragón (conocido por ahí como Fernando el Católico). Interesante. A ratos desasosegante. Hasta que punto determinados hechos históricos dados como casi como dogmáticos devienen azarosos y extraños.

Esperemos en cualquier caso, que de igual forma que el palacio nos ofrece un camino claro de salida, sepamos salir tranquilamente de la ronda solar 2006 desde el mítico nacimiento de un niño en Palestina, y que sepamos entrar y transcurrir con igual tranquilidad y alguna alegría por la 2007.

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