Lo cierto es que las expectativas, después de lo que me gustó Mi vida sin mí, eran elevadas. Dirigida por Isabel Coixet e interpretada por Sarah Polley y Tim Robbins, con algunos buenos secundarios para mí desconocidos, aunque también alguno ilustre como Julie Christie, haciendo un pequeño pero importante papel, y otros conocidos pero menos ilustres como el soso de Javier Cámara, que justifica la presencia íbera en el reparto de la película, española de nacionalidad pero rodada en inglés.
Los dos protagonistas están muy bien, convincentes en sus papeles. Personajes torturados con pasados difíciles, el de una mucho más atormentado y dramático que el del otro. Y de trasfondo el dolor. Físico para el lesionado personaje de Robbins, con su componente psicologíco. Psicológico para el introvertido papel de Polley, con su componente físico. El entorno, el limitado universo de una plataforma petrolífera en el Mar de Irlanda. No obstante, dicho intorno no resulta claustrofóbico. Más bien, es el entorno cerrado adecuado para el crecimiento de la intimidad entre los personajes.
La realización de Coixet, en un estilo muy similar a su anterior película, es más que adecuada a la historia que se nos quiere contar. Cercana a los personajes, pero con una buena presencia del ambiente.
La historia transcurre despacio. Realmente, es una historia mínima, pero en la que es necesario desarrollar los personajes para su adecuada comprensión. Ahora bien; mientras que el personaje de Robbins, queda razonablemente bien dibujado conforme vamos conociendo cosas de él, el personaje de Polley permanece hermético en sus motivaciones durante la mayor parte del filme, por lo que en ocasiones puede sufrir la incomprensión del público. La revelación de su pasado, ya muy avanzada la película, en una escena larga pero densa, llega en un momento en el que casi hemos perdido interés por el personaje. Algunas pistas sobre el mismo se podrían haber dado sin romper el climax de la película, que sin embargo para mí se hace obvio simplemente con el dato de la ciudad en la que residía el personaje en un momento dado. En ese momento, prácticamente sabes qué es lo que va a contar. Creo que es la parte más debil del largometraje.
No obstante, la pelícual se lleva un siete alto, sin llegar al nivel que me pareció que tenía su anterior realización, pero altamente recomendable para quien esté dispuesto a vivir y asumir los dramas personales que muchas veces decidimos ignorar... porque así es más cómodo.
Hoy, una vista al atardecer, en los alrededores del puerto de Barcelona.
martes, noviembre 01, 2005
The Secret Life of Words (2005)
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